Mortifica en ti toda curiosidad por saber, experimentar y sentir, así como todo afán de poseer cosas que no son necesarias. Preocúpate solo de crecer espiritualmente.
Rechaza en su origen cualquier pensamiento que te arrastre fuera de Dios. No permitas que nada se interponga entre tú y Dios. Mantén siempre una actitud de agradecimiento por sus beneficios o de contrición por tus pecados.
No andes preocupado por cosa alguna, especialmente cuando dudas si agrada a Dios o no.
Ante cualquier suceso, no te sorprendas ni te preguntes por qué ha ocurrido. Acepta todo lo que ocurre como procedente de las manos de Dios y da las gracias, esperando confiado en la providencia divina, que cuida de ti y de todo, pues no permite que suceda nada a no ser por nuestro bien, aunque nosotros no lo entendamos.
Lanspergio (+ 1539) Enchiridion militiae christianae