Pero el Sacramento no es ninguna clase de magia y por eso tocar a Jesús en el Sacramento significa tocarlo como persona.
Por eso es tan determinante para los servidores de Jesucristo el tocarlo de persona a persona, meter, como Tomás, siempre de nuevo la mano en su costado abierto.
En eso consiste la gran importancia de la liturgia de las horas. Tener así tiempo para Jesús; más allá del ser humanitario, que por sí solo quedaría vacío; salir hacia el contacto con él; conocerlo, aprender a oír su voz, como él dice de los suyos.
Y este es el segundo ruego: que nunca dejéis el contacto con Jesús, que nunca lo consideréis como algo de segundo orden, que incluso se puede aplazar. Sin ese contacto todo lo demás resultará vano. ¡Permanezcan junto a él! ¡Búsquenlo para conocerlo cada vez más! Estrechen realmente cada vez más esa mano que es la única que porta en sí el contagio de la vida.
Y en este contacto también se puede vivir el celibato con plenitud de sentido y fruto. No como negación y renuncia, sino como un «Sí Señor, tú me necesitas, tú me atrapas para que yo dé testimonio de ti, de que tú eres una fuerza que sostiene una vida, que de ti procede el gran contagio de la vida, su novedad y su pureza».
Joseph Ratzinger / Benedicto XVI