A través de la oración deseamos que el fuego de la gracia se encienda en nuestro corazón. La oración de por sí no produce la chispa que hace brotar la llama sino que ayuda a recibirla recogiendo el pensamiento y haciendo al alma capaz de permanecer ante el Señor y caminar en su presencia. La oración debe brotar del corazón, por eso no hay que preocuparse demasiado por las palabras ni por las posturas.
Teófano el Recluso insiste en que lo que nosotros llamamos oración contemplativa no lo podemos conseguir nosotros mismos. “No hay ningún medio para producir nosotros esta centella, esto sólo puede venir directamente de Dios… esa chispa no puede adquirirse a través de ningún artificio, sino que es dada libremente a través de la gracia de Dios. Por eso es necesario un esfuerzo incansable en la oración, como dice san Macario: ”si queréis adquirir la oración verdadera continuad orando con constancia y Dios, viendo el ardor con que le buscáis, os la dará.”