Los dones de Dios deben ser una oportunidad para la humildad, no para la soberbia, temiendo hacerse abominable ante Dios por complacer a los hombres.

El Apóstol dice también: Si complaciera a los hombres, no sería siervo de Cristo (Gal 1, 10); pero para esto se necesita un sano discernimiento.

Hay que mostrar compasión por los débiles, tentados y fatigados, como despreciados por el mundo, pero amados y elegidos por Dios, porque Dios ha elegido lo despreciable de este mundo para confundir lo fuerte (1 Cor, 1, 27).

Pero, aunque conozcas y sientas estas cosas, ¿acaso eres por eso mejor y más feliz? En modo alguno, sino que recibirás muchos azotes (cf. Lc 12, 47).

Muchos conocieron esto mejor que tú y murieron sin actuar conforme a ese conocimiento. Así puede sucederte también a ti.

Lanspergio (+ 1539) Enchiridion militiae christianae

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