Su cuerpo y mi cuerpo se van a mezclar tan perfectamente, su sangre y mi sangre se van a perder tan estrechamente la una con la otra, que todos nosotros no seremos más que uno en Él a los ojos del Padre.

No habrá más que el Hijo único que está presente en la tierra… desde el mismo instante en que Jesús me dio a comer cuerpo, se identificó con el pecador que yo soy.

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