La mayoría de los problemas nos vienen de que vivimos en lo accidental en la superficie de las cosas. Las preocupaciones y los asuntos materiales nos fraccionan, nos complican y nos alejan de lo esencial.

Nos quejamos de que no tenemos tiempo, de que no llegamos a hacer todo lo que nos habíamos propuesto.

Todo consiste en vivir de lo esencial, es decir en poner a Dios en el centro de nuestra vida.

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